Como bien sabemos, la modalidad de teletrabajo ha supuesto un boom en nuestra manera de trabajar. Era un estilo muy novedoso que, en muchos casos, sólo veíamos en las películas. ¿Cómo iba alguien a alquilar un despacho en un centro de negocios? Nos parecía una locura que en el despacho 1 hubiese abogados, en el 2 la gestoría de un restaurante y en el 3 un grupo de emprendedores, que estábamos deseando saber cuál es su nuevo proyecto.

Reconocemos que tiene su lado bueno y su lado no tan bueno. ¿Cuántos de nosotros queríamos tener la oportunidad de probar esa opción hasta que llegó el día?
En principio era muy bonito, no tener que salir de casa, poder aprovechar el tiempo, ahorrar en gasolina, ropa (sí, asumimos que si no vamos al despacho vamos a ir en pijama/ropa cómoda), poder estar más tiempo con la familia… Pero el teletrabajo también implica querer hacer muchas tareas a la vez. El descanso de cinco minutos que tengo, lo aprovecho para poner una lavadora o preparar la comida. Como acabo “pronto” de trabajar, voy a hacer tal tarea extra en casa. O el famoso “ya que estoy aquí” hago esto o lo otro.
En definitiva, no parar en todo el día.
¿Qué conlleva eso? Que realizamos nuestro trabajo y las labores domésticas a la vez, lo que deriva a estrés, cansancio y una falta de desconexión total.

Antes, parábamos para tomarnos un café, o, si salíamos a buena hora de la oficina, podíamos sentarnos en una terraza con nuestros compañeros de trabajo. Nos despejábamos un poco y llevábamos una vida totalmente diferente.
Llegábamos a casa cansados, pero a la vez, mentalmente descansados por ese break de salir de casa.

Además, a todo lo mencionado anteriormente, hay que añadir lo difícil que es no poder separar ambientes. La peor pesadilla, desde la cama o desde el sofá, ver la mesa de trabajo con todo el papeleo pendiente para el día siguiente. Ver ese post-it, amarillo fluorescente, con la nota “LLAMAR URGENTE AL SR MARTÍNEZ”, que te está recordando durante todo el fin de semana que el Sr Martínez está ahí contigo.

No queremos hablar de los afortunados que pueden contar en casa con una habitación para convertirla en despacho. Esos que compran una mesa y una silla en la famosa tienda sueca, y ya tienen todo solucionado y monísimo. Porque ellos, al irse a vivir a ese piso pensaron en todo. Hasta en que algún día podrían trabajar desde casa. Pero… ¿qué hacemos el resto de los mortales que tenemos un “acogedor pisito»? Ese piso en el que compartes comedor-cocina-salón-cuarto de juegos de los peques-oficina. Pues no te queda más remedio que pensar en la opción de alquilar un despacho.

Y sí amigo, desde un principio sabíamos que la opción de alquilar un despacho rondaba por tu cabeza. Porque, primero, has accedido a nuestra página web, y segundo, te pondrás en contacto con nosotras para saber las ofertas que tenemos vigentes en nuestro Centro de Negocios.