¿Cuántos de vosotros tenéis la famosa aplicación “whatsapp” en vuestro teléfono? Esta aplicación, que nació para sustituir los, ya desfasados, SMS, y se ha convertido en un imprescindible en nuestro día a día.

Recuerdo, que la primera vez que escuché hablar de ella, fue con una compañera de la universidad, mientras esperábamos a las puertas del despacho de un profesor.
Yo, ingenua de mí, la instalé sin muchas esperanzas, porque ya tenía muchas aplicaciones, y, si alguien quería hablar conmigo, podía contactar por los mensajes directos de Facebook. En definitiva, sería una aplicación más que borraría al mes o mes y medio de haberla instalado.
Pero hoy en día, todo es diferente. Me despierto, y lo primero que hago es ver los mensajes que me han llegado durante la noche. Porque whatsapp no tiene hora de cierre, y cualquier momento parece bueno para mandar un mensaje… o eso dicen…

Y ahora viene el gran dilema con la hora de cierre de whatsapp. ¿Cuándo se corta la conexión y lo dejamos para el día siguiente? Y no hablamos de los mensajes que provienen de amigos, porque asumimos que es un 24/7. Sino a que la gran mayoría tenemos el famoso grupo de trabajo “OFICINA”, nuestros compañeros de despacho tienen nuestro móvil personal, o, incluso nuestro jefe tiene nuestro número. ¿Cortamos cuando cerremos la puerta de nuestro despacho?
Aquí es cuando no sabemos separar la condena de la ayuda. Porque a todos nos viene fenomenal ese momento en el que le escribimos que en cinco minutos estamos en la oficina, o que nos pueden enviar cualquier presupuesto por whatsapp (ya que en ocasiones nos resulta más cómodo), o que, si el jefe quiere algo, puede contactar con nosotros por este medio, porque, a veces, salimos cinco minutos de la oficina, o porque nos encanta parecer que estamos disponibles para ciertas personas.
Pero, ¿qué pasa cuando es al contrario? Cuando es el jefe el que nos hace cualquier pregunta fuera de horario, cuando un compañero nos pregunta algo, o incluso un cliente nos hace esa última pregunta que es vital para que pueda continuar con su día.

Si eres de mi equipo, de los que ven el whatsapp como una gran ayuda, como un medio rápido para contestar a cualquier tema, sin tener que “perder” diez minutos en una llamada, te felicito. Por tu avance, por tu positividad, y, en definitiva, por tu manera de ver las cosas, o enfrentarte a ellas.
Por el contrario, si crees que es una condena, y un “simple” whatsapp (sin sobrepasar ciertos límites) te llega a estropear una preciosa tarde, respiremos juntos y pensemos que mañana será un día mejor y podremos contestar a ese mensaje. El trabajo se queda en la oficina y no fuera de ella.